Los
hombres y mujeres que se hallaban allí, sintieron una gran curiosidad por el
ángel, no comprendían bien de dónde procedía tanta belleza. Comenzaron a
buscarse unos a otros intentando ver algún parecido con aquel ser tan
maravilloso que les nublaba la razón.
De
repente se levantó un murmullo general y como si obedecieran una orden
comenzaron a despojarse de sus ropas intentando imitar las poses de Simaí.
Cuando quisieron darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor vieron que
estaban todos completamente desnudos. Hombres y mujeres perdieron el pudor y se
miraron unos a otros sin vergüenza de verse sin ropa. Al contemplarse así se
desataron las fuerzas de la naturaleza y comenzaron a entregarse unos a otros
sin ningún temor. Hombres con mujeres, mujeres con otras hembras, hombres con
hombres, jóvenes con mayores, en grupo, en parejas, iniciaron un ritual de
entrega y sexo como nunca se había vivido por aquellos lugares.
Así
estuvieron durante seis días, entregándose unos a otros sin pudor, cambiando de
pareja, mezclándose entre sí libremente. Se sentían tan felices que se
olvidaron de beber y de comer, del frío de las noches y del calor ardiente del
Estío.
El
séptimo día amaneció el cielo muy rojo, con una luz cegadora.
Hombres
y mujeres despertaron de su ensueño y se miraron asombrados y avergonzados de
verse desnudos y tendidos sobre el manto que habían formado sus ropas. De
repente uno gritó aullando como un lobo comenzó a llorar inmediatamente. El
resto se tapaba los ojos con las manos y buscaba su ropa tirada por el suelo.
El que había gritado comenzó a llorar con abundantes lágrimas que caían sobre
sus sonrosadas mejillas. Era un muchacho que al verse desnudo ante tanta gente
se asustó.
El
resto le imitó y comenzaron todos a llorar, hombres y mujeres, jóvenes y
ancianos. Así durante muchos días, hasta que la tierra no pudo absorber tantas
lágrimas y comenzó a formarse un charco que iba subiendo de nivel a medida que
el llanto crecía y crecía. Cuando las lágrimas comenzaron a llegar hasta el
cuello de los allí presentes, el pánico cundió y se peleaban por salir de aquel
lago que se estaba formando y que amenazaba con ahogarlos.
A
pesar de todo seguían llorando, el líquido que ellos mismos habían derramado
formó un lago de lágrimas que aún hoy en día perdura. A él van los desengañados
enamorados, a soltar sus lágrimas, para mantener el lugar vivo.
Dicen
que un rey español se enamoró también de este lugar y lo convirtió en su zona
de recreo preferida y que dicho lago es el que se conoce hoy en día como el
LAGO DEL BUEN RETIRO.
El
ángel al ser testigo de lo que había hecho, sin quererlo, también lloró y de su
lágrima nació una perla escondida en el lecho del lago….
Pero
esa es otra historia.
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