Del pecado nefando en el
siglo XXI. Respuesta al artículo de la
"La homosexualidad es pecado".
Al
señor Abogado Eduardo Lorenzo Martínez,
Me dirijo a usted en relación a su artículo en el título definido en el
Mariñán del mes de mayo, revista editada por la Asociación de Empresarios
de Sada.
Le
comento que, mientras escribía unas líneas de mi tesis doctoral sobre la discriminación
y los derechos del colectivo al que pertenezco y usted vilipendia, me encontré
con la existencia de su artículo, por lo que desvié la atención de mis
quehaceres antinaturales para atenderle como se merece un jurista. De compañero
a compañero, creo que empezaremos con mal pie. Al fin y al cabo, soy uno de
esos homosexuales que de entrada no se le antojan. No me escondo ni soy
discreto. Yo, he decidido ser libre.
Dicho
esto, ¡cuán grande es mi decepción al leerle! Se preguntará, ¿decepción, por
qué? Pues porque esperaba que un tradicionalista, con suerte también jurista
del siglo XXI como usted, aportase por fin argumentos nuevos que vulneren mis
derechos y los del colectivo del que formo parte. Estoy algo cansado de leer
siempre lo mismo, la verdad. Sorpresa agridulce que me llevo al ver que había
escasa diferencia entre sus palabras y las de los manuales que consulto sobre
historia y normativas de diez siglos atrás.
Aún
así, cabe destacar su muy buen uso del lenguaje, ¡si señor! Propio de los
antiguos textos españoles dignos de Alfonso X,
los Reyes Católicos o Felipe II. ¿Se ha inspirado en las Partidas o en
la Pragmática Sanción? ¿Quizás en textos más cercanos? Observo en su
argumentación Ley de Vagos y Maleantes con pizcas de Ley de Peligrosidad
Social, que aunque no lo quiera reconocer es el lugar dónde su discurso
encajaría perfectamente.
De
todos modos, quiero pensar que ha usado técnicas de marketing aplicada a la
homofobia y ha tratado la palabra pecado como gancho publicitario. Por contra,
le adelanto que no me fiaría mucho de juristas que argumentasen teológicamente.
Es
curioso, por otro lado, que derechos más modernos le sean desconocidos. Derechos
como libertad, igualdad, libre desarrollo de la personalidad, el honor y la
seguridad personal (entre otros), que son constitucionalmente reconocidos y
protegidos por cartas y convenciones internacionales de derechos humanos que parece
que no le suenan. Esto lo digo, porque se cuestiona la igualdad del matrimonio
en parejas del mismo sexo basándose en preceptos como natural o contranatura. Sé
perfectamente que se ha quedado con las ganas de profundizar en ellos. Explíqueme usted, de entrada, desde cuando el matrimonio ha sido algo
natural. Sí, exacto, tan natural como que esté presente en la naturaleza. Porque
hasta donde yo llego, usted podrá hablar de presencia de parejas (también
homosexuales) dentro del orden natural, pero no de matrimonio. Dicho esto, creo
que ya puede dormir tranquilo y dejarnos disfrutar a los homosexuales de esta antinaturalidad
de una institución económica, política y social, de la que los heterosexuales
nos lleváis siglos de ventaja.
Habiéndole
quitado ya el peso de encima de la antinaturalidad, pasemos ahora a la Teoría
del Derecho. Supongo que estará perfectamente informado de que nuestro sistema
jurídico no cree lo suficiente en las analogías y prepondera el principio de
tipicidad (incluso con ética de por medio). Decir que "algo es como algo"
es muy difícil de entender para mi cerebro cuadriculado. Hacer una analogía
entra la homosexualidad y el bestialismo, el incesto o la poligamia no se debe
permitir en un jurista. No son lo mismo. ¡Cuántas demandas perdería usted si
usase ese método con sus clientes! Por lo tanto, si ya semánticamente no son
equiparables, la doctrina jurídica remató el asunto, donde tanto homófobos como
no, han tipificado este fenómeno de manera distinta. Francamente, y siendo un
poco jocoso, creo que ha intentado hacer un cajón de sastre no muy acertado.
Para
terminar, se me antoja increíble lo que voy a decir porque nunca me imaginé
defendiendo al Partido Popular. Pero no entiendo lo asombroso que es para usted
que respeten una decisión del Tribunal Constitucional. ¿Tan raro es entender
que algo es acorde con la Constitución y los valores democráticos? Ahora, de si
es demagogia (por tener matrimonios homosexuales dentro de sus filas), o miedo
a posibles represalias políticas ya no me meto. No obstante, misma demagogia (o
peor) es la de alguien como usted que con palabras bonitas dice respetar,
cuando por la espalda es el primero en perseguir los derechos de otra persona
escondiéndonos, encerrándonos y haciéndonos ciudadanos de segunda. Según usted si un homosexual es discreto, no
tiene plumas o no monta un carnaval no pasa nada. Yo digo que si pasa. Pasa que
en el momento en el que una persona coarta a otra el libre desarrollo de la
personalidad algo va mal. De tal manera que nos encontraríamos ante un acto de
tal vileza e inhumanidad que entonces sí que no sería natural. Dicho esto, aquí
me encuentro, hablando del pecado nefando en el siglo XXI. Un pecado que dejó
muerte en la historia, además de una destrucción, una infelicidad y una ignorancia
que perduran hasta nuestros días. Porque
como siempre, el heterosexismo y el machismo aún viven y por eso no dejan vivir.
Jonathan Lema Touriñán.
Licenciado y Doctorando en Derecho.